Aragua de Barcelona
Aragua de Barcelona

Aragua de Barcelona

No soy yo aragüeño de nacimiento, sin embargo, como si se tratara de un fenómeno de física cuántica, en el que la presencia de la materia en un espacio determinado se hace impredecible y en el que el observador puede influir y hasta determinar el resultado y la ubicación de las particulas, podría afirmar que hubo en mi vida un observador, más que un observador, un soñador, un orientador de caminos y sentimientos, que me hizo vivir en su Aragua de Barcelona natal, desde antes que la visitara y recorriera físicamente, personalmente y por siempre. En este sentido, siguiendo con la física moderna, durante mi infancia y adolescencia, finales de los años 70 y hasta los 90, de una manera mágica y vívida, una parte de mí vivió en la Aragua de Barcelona de la década de los años 30 y 40. El tiempo y el espacio, como sentenció de manera concluyente el genio Albert Eistein, se hicieron relativos en mis vínculos de vida con estas sabanas del Camaruco.

Ese soñador, ese influenciador (como dirían hoy los jóvenes) que determinó mi relación en la distancia física y la relación de mis hermanos y de todos sus seres queridos con Aragua de Barcelona, fue, es y será por siempre mi Padre, el aragüeño de pura cepa y puro amor, Gustavo Adolfo Arreaza Arreaza. Gustavito vio y sintió el primer rayo de luz en este pueblo amado el 19 de julio de 1929. Tiempos duros para los pobladores de estas sabanas orientales y de toda Venezuela en general. Si bien Juan Vicente Gómez había logrado neutralizar a los caudillos regionales y las guerras intestinas que durante casi todo el siglo XIX azotaron al país ya no amenazaban la paz nacional, la opresión del Estado naciente y las realidades sociales y de infraestructura del país, eran insufribles.

A pesar de que la Venezuela petrolera ya estaba en marcha, dando sus primeros pasos firmes a ritmos acelerados, los beneficios de aquella tan codiciada industria quedaban en manos de las empresas transnacionales que se instalaron en el país, generando excluyentes enclaves de desarrollo, los denominados campos petroleros, que poco, o nada le otorgaban al pueblo, al dueño originario de la riqueza petrolera. Aquel había sido el pacto tácito entre Gómez y aquellas empresas, que tenían detrás a los gobiernos capitalistas y al nuevo imperialismo norteamericano en expansión. Tomen el petróleo del pueblo venezolano, a cambio de su apoyo político y geopolítico. Déjenme hacer al interior de mi gran hacienda personal, Venezuela, lo que yo quiera y como yo quiera, y llévense la riqueza nacional para desarrollar su sistema del capital.

El síndrome de Casas Muertas, esa maravillosa novela de Miguel Otero Silva, en la que relata el abandono y el sufrimiento de un pueblo de los llanos por aquellos tiempos, no le era ajeno al resto de los llanos y al resto del país real. La situación sanitaria, de salud, era una calamidad. Enfermedades diversas, tratables muchas por aquellos tiempos gracias al desarrollo de las ciencias médicas, arrasaban con pueblos enteros. En muchas poblaciones, los campanarios de las iglesias resonaban con mayor frecuencia anunciando la muerte de algún paisano, que llamando a las misas diarias de rigor. Los pueblos literalmente morían, se derrumbaban en todo sentido, hasta sus paredes y viviendas, cedían ante el abandono más absoluto.

Aragua no estaba exenta de aquella dramática realidad, sin embargo, contaba mi padre que su pueblo exhibía algunas particularidades que lo diferenciaban y en cierta medida lo protegían del peor de los escenarios. “Aragua era aún considerada la Atenas de Oriente hijo, cuna y universidad de sabios, filósofos, poetas, músicos y hombres y mujeres de recia actitud. De Barcelona y otras capitales de estado, venían a formarse en mi pueblo jóvenes que en sus ciudades no tenían las condiciones ni oportunidades para hacerlo”. Para ser aún más fidedigno con la fuente original de mis viajes infantiles en el tiempo hacia estas tierras, permítanme leer algunos fragmentos del único libro que publicó mi padre “Vivencias de un Llanero venezolano”, que viene a ser esencialmente un homenaje, un tributo, a su Aragua de Barcelona sagrada.

Reminiscencias

El ganado y las bestias eran introducidas al interior de los patios por unos grandes portones llamados puertas de campos. Las calles de la ciudad eran de tierra y el constante trajinar de bestias y ganados, se convertían en el azote de los pobladores por la consabida falta de higiene que los mismos suscitaban. En muchas ocasiones las lluvias venía a constituir una bendición del cielo, que arrastraba con toda clase de desperdicios e inmundicias, dejando el rostro de la ciudad limpio por cierto tiempo. Cuando eso sucedía entonces las calles se convertían en ríos, brindándonos la oportunidad y la alegría para construir nuestras liliputenses embarcaciones de papel, las cuales echábamos a navegar por los diferentes rumbos de la fantasía.

Como la ciudad carecía de acueducto aprovechábamos la estación de las lluvias para recoger el agua que corría a raudales por el tejado de las viviendas, la que a su vez era almacenada en unos grandes recipientes denominados tinas, cuyo precioso líquido debería durarnos y abastecernos hasta el verano siguiente. Cuando la estación seca era muy fuerte y el agua escaseaba, teníamos que procurárnola del río, teniendo que mandarla a buscar con los “cargadores de agua”, denominación que se solía dar a aquellos robustos y fuertes mozalbetes, los que eran contratados por los pobladores para esta clase de menesteres. Recuerdo verlos salir en fila india a horcajadas en sus burros, cargando sus barriles, para más tarde regresar portando su precioso líquido. Cuando el agua no era lo suficiente clara, entonces se extraía abriendo un hoyo en el propio lecho del río, denominado cacimba. Lo más curioso de todo esto es que, en muy contadas ocasiones, los animales hacían sus necesidades en el mismo sitio de los acontecimientos. (Arreaza Gustavo,1974, pp 35-36)

El Estado Anzoátegui y su historia

Aragua está situada en una apacible y alta sábana, a la orilla del río de su nombre. La población del Distrito, según el censo de 1891, que fue el último levantado para esa fecha en la República, era de 36.802 habitantes, el más poblado del Estado para ese entonces. Pero es posible que debido a las constantes guerras, el paludismo, otras calamidades y la falta de exportación permanente de ganado, haya disminuido su población y sus riquezas, pues como es sabido, Aragua es un Distrito esencialmente criador. Aragua fue también cuna de prominentes figuras que desarrollaron en las diferentes ramas de la ciencia, las artes y la literatura. En la lista de militares y políticos notables del país han aparecido en todos los tiempos hombres de Aragua. Citaremos en este lugar los de la Independencia y como al primero de ellos al General José Gregorio Monagas, de quien dice la tradición que nació en el Roble, jurisdicción de Aragua. Mereció el calificativo de la primera lanza de Oriente. Es un episodio histórico entre Bolívar y Páez que se ha publicado, llegó Bolívar a decir que no sólo era Monagas la primera lanza de Venezuela, sino de Colombia. También ejerció José Gregorio la primera magistratura nacional, de 1851 a 1855. Bajo su mandato se abolió la esclavitud en el año 1854. Y queremos terminar con el valiente Comandante Francisco Carvajal, alias “Tigre Encaramado” “aquel llanero famoso que manejaba las bridas del caballo con la boca y las armas con ambas manos”, y a quién le tocó morir heroicamente en acción en la Batalla de Aragua, el 18 de agosto de 1814. El valiente Comandante Francisco Carvajal, terror de los realistas, fue muerto en el acto de tomar una pieza de artillería, que quedó en poder de los patriotas. Esta batalla, comandada por Bolívar y Bermúdez, contra Morales, segundo de Boves, fue funesta para la causa patriota. El ámbito de nuestro templo parroquial, al final de la acción se convirtió en asilo de civiles aterrados y de soldados derrotados, ensangrentándose su pavimento y violado con una horrorosa matanza. (Arreaza Gustavo,1979, pp 39-40)

En consecuencia, mi aproximación a Aragua de Barcelona no fue vivencial, presencial, no fue en tiempo real, ni académica, fue más bien mágica, permanente, única. Gustavo, mi padre y su familia se mudaron a Caracas durante sus años adolescentes. Cuenta mi hermana Celenia, que papá aseguraba que se fue a Caracas al echar los pantalones largos, lo que en esa época equivalía a hacerse hombre adulto y ocurría a los 16 años de edad. Estamos hablando entonces de 1945. Lo que a su vez significa que los recuerdos y la temporalidad fundamental que me trasmitía papá de su pueblo, eran recuerdos de su infancia y primeros años de adolescencia. Es decir, el Jorge de 10 años en 1983, vivía a través de su padre, Gustavo, de 54 años, la Aragua de Barcelona de 1935-45. El mismo Eistein tendría que echar muchos números y despejar varias incógnitas, para entender y explicar esta compleja ecuación temporal. Pero eso no es todo, por razones de trabajo del propio Gustavo, a quien le correspondió representar a Venezuela en varios consulados en el exterior, Jorge Alberto a sus 10 años ya había vivido en Tenerife, islas Canarias, España, y las islas caribeñas de Curazao y Antigua. Es decir, la paradoja de mi relación con Aragua de Barcelona no era solo temporal, sino también espacial, del espacio. De alguna manera Gustavo logró que tanto en España, como en las islas del Caribe, como después en Galicia, una parte de su hijo menor, de Jorge Alberto, sintiera y percibiera que vivía y existía en este pueblo noble del estado Anzoátegui de Venezuela.

No faltó jamás en mi hogar, en ninguno de esos países lejanos, un pedazo de casabe, que mis viejos aseguraban les hacían llegar de Aragua, ni tampoco un cuento, una historia de la infancia de Gustavito por estas calles, polvorientas o embarrialadas de los años 30, vivas en su memoria de niño eterno. Aragua de Barcelona está aquí, en estas sabanas de Anzoátegui, pero por aquellos días de mi niñez también estaba en España, en Curazao, en Caracas, donde estuviera mi viejo, ahí estaba su Pueblo, y en su pueblo estábamos nosotros, aunque no hubiésemos puesto un pie en sus calzadas de piedra, o no hubiésemos entrado en su hermosísima Iglesia de Nuestra Señora de Belén. Permítanme leer algunos fragmentos de aquellas vivencias viajeras de Gustavito.

La Botica Nueva, precisamente en tiempos tan difíciles para la atención sanitaria de los venezolanos.

La Botica Nueva

“De los muchos gratos recuerdos que conservo de mi infancia, quizás el que dejó huellas más profundas en mi ánimo es el relacionado con “La Botica nueva”. La apacible ciudad de Aragua de Barcelona, situada en una alta sabana a la orilla del río de su nombre, contaba para la época, entre otras cosas, con dos boticas: La Principal, y La Botica Nueva; La última de las citadas obedecía a la razón social: Arreaza y Arreaza; se encontraba, para ser más exactos, en la esquina de la calle Juncal, a una cuadra de mi casa. Aún me parece ver su largo mostrador y su viejo armario que ostentaban los más curiosos envases de medicina de procedencia alemana. Todo esto junto con diversos frascos y otros productos para la venta, entre ellos los de uso casero medicinales, como la cañafístola, la ipecacuana, el llantén, la yerbabuena, etc, etc.

Todo este conjunto de cosas hacían de esta botica una de las más originales y típicas de los llanos orientales. Los socios o propietarios de las mismas, formada por mi padre y mi tío venían a constituir toda una paradoja debido a la incompatibilidad de caracteres que reinaba entre ellos. Mi padre era un elemento pacífico, bondadoso y cordial. Mi tío, no obstante de poseer un gran corazón, tenía mal carácter y se irritaba por la más leve insignificancia como el célebre hombre del gallo, el doctor “Cienfuegos”. Mi tío a pesar de no ser médico, era un empírico de talento y grandes ideas, además de ejecutar magistralmente el violín. Entre sus medicamentos celebres bien merecen la pena mencionar el “tiro al blanco” y el “echapalante”, los cuales eran en realidad un tiro para las lombrices. A la botica acudían además de la gente importante y rica del pueblo, muchísimos campesinos de piel cetrina por el Paludismo y vientre hinchado por la anquilostomiasis. Muchas de estas pobres gentes eran consultadas de gratis por la benevolencia de mi tío y las medicinas le eran donadas por el espíritu altruista de mi padre”.

“El autor de estas notas recibió su buen susto, cuando sentado en una de las peculiares sillas, con una batica puesta, apropiada para sus cuatro años de edad; fue parado de improvisto por el poeta Arreaza Calatrava, quien le ordeno en forma imperativa “Que se largara para su casa y le dijera a su madre que lo vistiera con un traje de hombre”.

A pesar del tiempo transcurrido y de haberse producido muchísimos hechos y acontecimientos, me parece que fue ayer cuando caminando por la alta acera enladrillada me dirigía hacia la botica; donde mi papá y mi tío tenían su expendio de medicina, el cual suministraban con amor entre los ricos y humildes de mi pueblo. (Arreaza Gustavo,1974, pp 45-46)

Epifanio Páez, el loco del Pueblo.

Llegó de improvisto al pueblo bajo el sopor de un sol abrasador, fatigado y sudoroso por la larga travesía. Los chiquillos que esa misma tarde nos dedicábamos a nuestros juegos infantiles, interrumpimos por unos instantes los mismos, para echarle una ojeada al viajero forastero. Una de las cosas que más nos llamó la atención fue su sencilla indumentaria, que consistía en un simple pantaloncito kaki, una camisa descolorida, un sombrero de cogollo raído y destartalado, unas alpargatas descomunales que daban la impresión de haberse tragado todo el barro del camino. Y como complemento de todo esto, su morralito al hombro y su inseparable machete.

Nuestro personaje, igual que el bueno de Alonzo Quijano, había perdido la chaveta; pero con la diferencia de que si el personaje cervantino la había perdido de tanto leer libros de caballeros andantes, al nuestro se le había atrofiado el coco de tanto pasar trabajos y necesidades, víctima de los explotadores, que siempre han sido el flagelo de nuestras clases campesinas y trabajadoras.

Otras veces se le acercaba a un conocido y le decía con toda naturalidad:

_ “Compadre, me escribieron de Caracas”.

Y si su interlocutor no le respondía de inmediato, volvía a la carga:

_ “¡Compaíto, me escribieron de Caracas!”

Hasta que por fin el oyente por fastidio:

_¿ Y quién le escribió compadre?

_¡ Guá’! ¿quién va a ser, compaíto? ¡Isaías!

_¿Pero qué Isaías, Epifanio?

_¡Medina, chico! ¡Medina!

_¿Qué Medina?

_¡Cónfiro, vale! ¿pero qué otro Medina puede ser? ¡Isaías Medina, el Presidente de la República!

Además de ser Epifanio Páez el tipo más servicial del pueblo, también era el más emprendedor y no había sitio y lugar donde este humilde servidor no metiera su mano. Si alguien se moría, el primer chicharrón en cargar el muerto era él. Si había un enfermo grave, que requería con urgencia que le llamaran al médico, el primero que salía a la carrera era él. Si había procesión en la iglesia, el que precedía el palio, antes reservado a los grandes señores, era él.

Epifanio también tenía ideas propias y uno de sus más caros proyectos era que, cuando regresara de Caracas graduado de Jefe Civil, iba a mandar construir bancos en cantidades industriales, para colocarlos en las plazas públicas para que nadie se quedara de pie.

_ Compadre, déme razón de don Adolfo.

Cuando murió Franklin Delano Roosvelt en el año 1945, alguien le pregunto:

¡Compadre! ¿qué le pareció la muerte de Roosvelt?

Epifanio respondió sin inmutarse:

¡Si, hombre! ¡Cómo se murió ese muchacho y tan buenos amigos que éramos! (Arreaza Gustavo,1973, pp 47-49)

Tío Manuel

En otra oportunidad en que ejercía la prefectura del Distrito Aragua, se le presentó un agente policial muy sofocado y contrariado y le dijo: “ Señor Jefe Civil, me va a permitir que le diga que le Señor Chuito, tiene una soberana rasca en la Plaza Bolívar y está molestando a los músicos que tocan en la retreta, pues le ha dado por cantar y por más que le llamo la atención para que deje la cantadera, no me hace ni el mínimo caso, repitiéndome una y mil veces que no se calla, porque él es como la calandria, que si no canta se muere”. A lo que le replico tío Manuel, con voz fuerte y autoritaria: “ Lorenzo, si la cosa es así, yo no me echo ese muerte encima, vaya y dígale a Chuito de mi parte, que puede seguir cantando hasta que se reviente, ya que Manuel Arreaza, no está dispuesto a convertirse en asesino”.

La única atracción que existía en ese entonces en Aragua de Barcelona, era el cine de mi tío, las películas se proyectaban en el patio interior de su casa, recuerdo que cuando yo tenía unos siete u ocho años de edad, las sillas para presenciar el espectáculo, eran traídas de las casas por sus propios dueños, un par de años después o quizás un poco más, los asientos eran fijos y propiedad de la empresa. Aún retengo en el magín y conservo en mis retinas todo el acontecer del cinematógrafo como se le denominaba en esa época, las cintas de Carlos Gardel, de José Mujica, Tito Guizar, las vaqueras del oeste americano y tantas otras; nunca me olvidaré de la angustia del tío Manuel, lo que le acarreaba una buena dosis de cefenol, de los apuros del operador y las rechiflas y protestas del público, cuando la película se reventaba, ya que la técnica estaba muy atrasada y las mismas se pasaban con largos intervalos de tiempo.

Como el dueño del espectáculo me consideraba su sobrino predilecto, no aceptaba que yo pagara en el cine; pero como de vez en cuando, algún otro empresario traía alguna otra película y se asociaba con mi tío, se destacaba en la cartelera, un aviso que decía: no se aceptan entradas de favor. Tío Manuel que era un gran observador, se dio cuenta, que cada vez que esto acontecía, el autor de este relato se pintaba de colores y desaparecía como por arte de magia. Y en una de las frecuentes visitas que acostumbraba a hacerle a mi madre, se tropezó con el aludido, reclamándome que pasaba que no me había visto más por el cine, viéndome sorprendido y con las manos en la masa, no me quedo otra escapatoria que explicarle el motivo de mi actitud, entonces me espetó muy contrariado: “sobrino, ya sabe, si en cartelera se pone un aviso que dice, no se acepta entradas de favor ni para un mosquito, usted entra”.

De mi tío Manuel se puede hablar mucho y contar muchas anécdotas pero sí lo que les puedo asegurar, es, que fue un hombre de ingenio agudo, de chiste a flor de labios y de un gran corazón. (Arreaza Gustavo,1983, pp 53-55)

La Madre Vieja

Para nuestros ojos infantiles era la Madre Vieja junto con el río Aragua, los lugares de esparcimiento que más nos atraían y que más ponían a trabajar nuestra imaginación. También podemos citar la llamada Baquera, hecha en la Guerra de los Cinco Años por el Coronel Baca. Igualmente merecen mencionar, la quebrada de la Danta, la que según tradición oral, es llamada así por haberse encontrado en ella un animal de su nombre, especie que desde tiempo muy atrás no se produce allí. Tampoco podía faltar la quebrada que demora el Norte, bordeando la ciudad y de la que deriva su nombre de Parramón, de un cura Ramón que tuvo a orillas de ella un hato de cabras.

Todos estos sitios muy frecuentados y trajinados por mí en mi niñez y parte de mi adolescencia, se han quedado grabados en el magín como recuerdos amenos y gratos que llevaré conmigo como un tributo a tiempos ya idos.

Madre Vieja centenaria laguna de mi pueblo, inmensa como un lago frente a mis ojos infantiles, donde en otro tiempo las sirenas, “encantos” y monstruos marinos nos hicieron soñar y deleitaron con sus historias y que hoy quiero regalárselas a mis hijos cómo el mejor de los testimonios. (Arreaza Gustavo,1974, pp 67-68)

La Gloria

Los momentos más felices de mi vida lo constituían las veces que salía de paseo en ancas del caballo de papá rumbo a la Gloria, no eran más que tres kilómetros de trayecto y a mí me parecía que estaba atravesando los famosos “Campos de Montiel”. Después de pasar “Finlandia” e introducirnos por el camino real, llegábamos a cierto paraje montañoso y boscoso que papá me decía con mucha seriedad que se trataba de la Montaña de Berruecos, donde asesinaron al Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre.

No quiero concluir estas reminiscencias sin antes rendirle un homenaje sincero y justiciero a Chesme, último descendiente de los bravos indios caribes y hacerlo extensivo a todos los de su raza, que tanto dieron que hacer al blanco conquistador, y que siglos más tarde empuñaron su macana y dispararon sus flechas, contribuyendo de esa manera con su cuota de sangre en la lucha en favor de nuestra independencia. A Chesme lo conocí en el viejo hato La Gloria y su recuerdo perdurará por siempre en los archivos del tiempo. (Arreaza Gustavo,1974, pp 69-70)

El Cotoperiz.

En la intersección de la calle Anzoátegui con la Juncal, todavía se mantiene en pie como noble combatiente luchando por su subsistenia, el centenario y exhausto cotoperiz. Aún me parece contemplar sus verdes ramazones las cuales cobijaron mi infancia. Igualmente me parece ver sus abultadas y prominentes raíces adheridas a la tierra cual gigantesco ciempiés; como también sabotear sus jugosos frutos que deleitaron muchas veces mi paladar.

Cuenta la tradición que este árbol acampó el Libertador y sus aguerridas tropas. También sirvió de descanso a los viajeros que junto con sus bestias disfrutaron de su agradable frescor. Bajo su protectora sombra transcurrieron mis sombras infantiles; igualmente fue escenario de numerosas riñas de gallo y de violentos combates humanos. Bajo su tibio regazo también se llevaron a efecto infinidad de tertulias y se suscitaron encendidas discusiones, las que por su agresividad y contenido daban la impresión de tomar giros dramáticos que podían desencadenar en tragedia. Quiero referirme en esta oportunidad a las protagonizadas por Pedro María García, simpatizante de la cauda aliada, y don Eloy Villanueva, acérrimo defensor del nazismo. Ambos ponían toda su vehemencia en los acalorados debates defendiendo cada cual sus diferentes puntos de vista.

Según cuenta la consejera una aparición fantasmagórica tenía su asiento en lo más alto e intrincado de sus enmarañadas ramazones. Ningún cristiano que se apreciara y que estuviese enterado de los acontecimientos, se atrevería a pasar a determinadas horas de la noche, por ese lugar, y mucho menos a descansar sobre su mudo lomo, para respirar la brisa pura y reconfortante que batían sus gigantescos y copudos brazos, en las noches claras de luna. Por eso cuando la incauta y desprevenida víctima se llegaba al árbol haciendo caso omiso de los comentarios que se tejían sobre en particular, no pasaba mucho tiempo sin que el temor se posesionara de su persona, al sorprenderlo un grito infernal y aterrador que parecía provenir de lo alto, profiriendo las tétricas y amenazadoras palabras de –¿Caigo o no Caigo? Si la persona aludida contestaba afirmativamente –Que Caiga-, inmediatamente empezaban a desprenderse de un cuerpo humano fosforescente, descomunal y nauseabundo, partes del mismo: cómo la cabeza, los brazos, las piernas, etc. Si la víctima lograba huir al percibir el más leve síntoma de amenaza, era muy probable que se salvara, pero si por el contrario demostraba temor y nerviosismo produciéndose el primer impacto sobre su humanidad, no lo salvaba ni Mandrake el Mago, siendo sus consecuencias tan desastrosas que se convertirían en seres lisiados para toda la vida. (Arreaza Gustavo,1974, pp 71-72)

Hace poco me llegó un mensaje a Barinas de un aragüeño preocupado por el estado del Árbol de Cotoperís. Anexaba fotografías y datos a su denuncia, y confieso que, como a un aragüeño más, me produjo una gran angustia y tristeza tan sólo pensar que aquella Mata, de la que sin duda llevo alguna de sus raíces en el alma, podía perecer y dejar de estar. Me comuniqué de inmediato con Luis José y con Nani, y me explicaron todas las medidas de protección que se habían tomado y acciones que se habían ejecutado. Gracias camaradas. Y es que yo supe de la existencia de ese árbol histórico, en primer lugar como escenario de juegos, de trompo, pichas, de mi padre y luego, fue Gustavo también quien me narró el paso del Libertador por Aragua y como aquel ejército acampó bajo la sombra amplia de la Mata de Cotoperis, en un momento tan duro y tenebroso para nuestra historia Patria, como lo fue el éxodo hacia oriente tras la avanzada de José Tomás Boves y Francisco Tomás Morales sobre el centro del país.

Recuerdo haber leído también, que al llegar el Libertador a Aragua, hacia el 13 de agosto de aquel nefasto 1814, tras hacer el análisis de las condiciones del ejército propio, del enemigo, de la geografía y del apresto logístico con el que contaban, sugirió no dar aquella batalla en Aragua de Barcelona. Pero el General Bermúdez no estuvo de acuerdo y siguieron adelante. Tampoco pudo el Libertador influir en la estrategia de posiciones de guerra que Bermúdez planteaba, al atrincherar las fuerzas en el corazón del Pueblo, dejando por fuera la capacidad de maniobra de la caballería patriota. La historia habla por sí misma, sin desmeritar la capacidad estratégica de Bermúdez, aquella batalla se convirtió en una sangrienta y desmoralizadora derrota para las fuerzas patrióticas. Los líderes independentistas terminaron huyendo más hacia el oriente y tomando embarcaciones para salir del país ante la virulencia cruel de las fuerzas realistas que avanzaban sin compasión alguna y arrasaban con todo y todos a su paso. En cualquier caso, como todo suceso en esta vida cuenta con al menos dos versiones, es válida también la tesis de que Bermúdez no aspiraba ganar la batalla, sino desgastar las fuerzas de Morales y ganar tiempo para que los caraqueños siguieran su paso hacia oriente sin ser masacrados. En aquella batalla, nos dice el cronista Don Juan Gil, participaron 7 militares que luego serían Presidentes de Venezuela.

Trescientos años antes, por esta sabana los pueblos caribes resistieron la conquista con entereza. Los Chacopatas, Palenques, no eran fáciles de dominar. Los llanos del Camaruco y el Pao eran plazas que los españoles consideraban estratégicas para controlar el territorio y abrir rutas seguras hacia el Orinoco. Hasta un Gobernador español, Diego Fernández de Serpa, fue muerto en un enfrentamiento con nuestros pueblos indígenas en estas sabanas. Décadas más tarde, militares, burócratas y sacerdotes sugerían la necesidad de crear un pueblo en esta región, pero cada familia estaba en su hato, atendiendo sus animales y no mostraban mayor interés en interrelacionarse para concebir un espacio oficial de convivencia común. Familias provenientes de Barcelona y Cumaná, se concentraban en la producción de sus espacios a orillas del río Aragua y desdeñaban de la opción de crear un pueblo formal. Desde principios del siglo 18 hubo varios intentos para conformar un poblado organizado, los misioneros franciscanos ya habían fundado Santa Ana y Santa Bárbara, pero los habitantes del Camaruco aún se negaban a constituirse en Pueblo.

No fue hasta 1734, cuando el Gobernador Carlos de Sucre y Pardo, acompañado de quinientos hombres armados, logró “convencer” a los habitantes de este llano de conformar una población nueva que sería en principio conocida como Ciudad de Nuestra Señora de Belén, después Villa de Aragua, Villa de San Juan Bautista de Aragua y luego Aragua de Barcelona. Sucre y Pardo, nos apunta el cronista de Aragua de Barcelona, Juan Gil, era nada más y nada menos que el bisabuelo del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre. Y pensar que su bisnieto participó en la Batalla de 1814 contras las fuerzas realistas y fue artífice fundamental de la derrota del imperio español en Nuestra América.

Narra el autor Álvaro García Castro, que ya Aragua contaba con una imprenta y un semanario en 1853. Las familias más prósperas decidieron contratar los mejores profesores del país en determinadas asignaturas y crear colegios para sus hijos. En 1839 se fundaría el primer colegio privado de oriente, el Entusiasmo. Agrega que en 1871 se fundaría el Colegio San Juan Bautista y en 1894 el Colegio la Asunción. Aragua de Barcelona tenía mayor población que Barcelona, más Colegios, más maestros, más académicos, más contenidos impresos locales. Muchos de los egresados de los Colegios aragüeños siguieron estudios en la Universidad Central en Caracas. Profesionales de Aragua fueron a salvar vidas o ejercer sus profesiones por toda Venezuela y fueron reconocidos por su excelencia. En cuanto a las luces y el conocimiento, era sin dudas, La Atenas de Oriente.

Hacia finales de 1983, con poco más de 10 años, visité por vez primera este pueblo querido. Mi viejo fungió como emocionado guía turístico y cronista, repitiendo y reiterando historias que ya conocía desde tempranísima edad, pero ahora en el propio escenario de los acontecimientos. Podrán imaginar ustedes lo que significó para mí aquel primer encuentro con Aragua, donde pude contrastar las imágenes creadas por mi imaginación a partir de las historias de Gustavo, y la realidad física concreta del pueblo. En buena medida mis expectativas y la realidad coincidían, quizás la iglesia era más hermosa de lo que imaginaba, el Árbol de Cotoperís más frondoso, pero las viviendas y espacios públicos los noté descuidados y los servicios muy deficientes. Era una semana santa y recuerdo con nitidez la quema de Judas y toda la mística de tradiciones y las lecturas de las traiciones que arderían en las llamas de aquel monigote vestido y sentado en una silla.

Aquella primera visita de 3 días fue como un rayo espacio temporal para mi mente, con el que lograban reafirmarse y diferenciarse a la vez la Aragua de Barcelona de 1940 con la de 1983. Al volver a Caracas con mis padres, continuando con el desafío a las leyes físicas, seguí viviendo de alguna manera, en mi propio universo paralelo familiar, en la Aragua de Barcelona de mi Padre, actualizada con las imágenes y sensaciones de mi personalísima experiencia al visitarla.

En Aragua de Barcelona nacieron Presidentes de la República, Presidentes y Gobernadores de Estado, Ministros, Poetas, profesionales de todo tipo y valor. Hasta reinas de Belleza, como Beatriz Peña Arreaza, que no fue una reina cualquiera, sino el símbolo irreverente de la generación de estudiantes que en 1928 se atrevieron a confrontar la dictadura gomecista. Deportistas en boxeo, ciclistas y otras disciplinas también ha parido estas tierras. El poeta José Tadeo Arreaza Calatrava, despuntó con su talento en su época y ha trascendido los tiempos. Los Arreaza nacieron en Aragua de Barcelona y se expandieron llevándola en el alma. Alirio Arreaza Arreaza, Abogado, Docente. Otros nombres como Toño Arreaza, Che Arreaza, Julio César Arreaza y pare usted de contar.

Poder compartir estas reflexiones y anécdotas hoy, me llena de un inmenso honor y orgullo. Aragua de Barcelona está de pie, como está Venezuela, a pesar de la más cruel de las agresiones que hayamos sufrido durante nuestra época republicana. La Revolución Bolivariana ha dirigido las riendas de este pueblo digno durante las últimas décadas. Seguramente hemos acertado y cometido algunos errores, pero seguro estoy de que hemos luchado por los aragüeños y aragüeñas con entrega, con conciencia del deber social, como nos decía el Profesor Aristóbulo Isturiz. Hoy cuentan ustedes con una gran Mujer al frente de la alcaldía y con un joven líder de la Revolución al frente de la Gobernación. Mi consejo sincero, es que el Pueblo de Aragua de Barcelona se organice al máximo, que sea vanguardia en la construcción de nuestro socialismo. Que en cada Consejo Comunal y Comuna lata la grandeza de la historia de Aragua. Que las asambleas de ciudadanos y ciudadanas se reúnan con frecuencia para planificar y priorizar sus necesidades y potencialidades. Que cada comité de trabajo de los consejos comunales se engrane con sus afines en la alcandía, la gobernación. Creemos el Sistema de Gobierno Popular en Aragua de Barcelona. Sólo así podremos volver a hacer de nuestro Pueblo, no sólo la Atenas de Oriente, sino referencia para toda Venezuela en este convulso siglo XXI.

No puedo despedirme sin transmitirles el cariño y la felicitación de un hombre que lo ha dado todo por nuestro Pueblo en estos últimos años. Un verdadero hijo de Hugo Chávez, que puso el pecho sin temor para enfrentar al más poderoso imperio que haya existido en la historia de la humanidad, y al que estamos venciendo con pasos firmes y oportunos. Hace un par de días le pedí autorización para trasladarme a hasta aquí y Nicolás Maduro, nuestro Presidente, le envió sus bendiciones y enhorabuena.

Pido permiso para cerrar de nuevo con mi padre, que más que escritor, insisto, era un soñador y un poeta. En su poema Aragua de Barcelona de 1965, destaca la grandeza de su pueblo, aunque también critica las secuelas del progreso en sus costumbres y tradiciones.

Aragua de Barcelona.

Aragua de Barcelona

ciudad llanera de oriente

con sus paisajes y encantos

y su sol resplandeciente.

La de casonas coloniales

y jardines florecidos

donde el nardo y la azucena

nos hablan de tiempos idos.

Donde el clavel y la rosa

dialogan con las estrellas

contándoles sus amores

sus alegrías y sus penas.

La de mujeres muy lindas

de ojos negros soñadores

que aguardan en las ventanas

al dueño de sus amores.

La cuna de hombres ilustres

que el gentilicio han honrado

con sus próceres heroicos

en bronce y cincel labrados.

La de poetas insignes

y escritores afamados

que han ido sembrando historias

escritas con miel y sangre.

Orgullo de los Monagas

y el “Tigre Encaramado”

hijos de recia estirpe

que por la patria pelearon.

Con su histórico río

que en invierno se inundaba

arrasando los cultivos

los potreros y rebaños.

La de aljibes profundos

y agua clara de cacimba

con que aplacaban su sed

los ricos y los humildes.

Aragua de Barcelona

donde el progreso ha llegado

con su represa La Estancia

y otras obras decretadas.

Adiós mi Aragua de antaño

de calles embarriadas

donde pastaban los burros

y se perdían las quebradas.

Cómo has cambiado mi Aragua

hoy eres todo progreso

ya no venden por tus calles

ni arepas ni majaretes.

Ya no van a las retretas

las muchachas domingueras

a lucir sus bellos trajes

y a divertirse un puyero.

Hoy el pueblo está minado

de italianos y portugueses

y se come pato horneado

y los fulanos espaguetis.

Ya hasta el sabroso sancocho

ha perdido su sabor

y el afanado casabe

es paja de la peor.

El camión de Tomás Pérez

ya lo reemplazó el tractor

y el ruido ya se ha adueñado

de toda la población.

Cómo te añoro mi Aragua

y que recuerdos me quedan

tan solo pido al morir

que me entierren en tu tierra.

Sepan ustedes, paisanos y paisanas queridos, que donde esté yo, así como ocurrió con mi padre en la experiencia cuántica que he relatado, también estará presente Aragua de Barcelona, la de 1814, la de 1940, la de 1983, la de 2013 cuando vine varias veces como Vicepresidente Ejecutivo, la de 2023 y la que juntos iremos construyendo, la mejor de las épocas que está por venir para Venezuela y para Aragua, la Nueva Época, la del renacimiento, de la solidaridad, del poder popular consolidado, de la igualdad verdaderamente establecida y practicada. Concretemos en estas tierras los sueños del Libertador Simón Bolívar, del Comandante Chávez y de todos los aragüeños y aragüeñas de bien. Esta Nueva Época para Aragua de Barcelona, marcará nuevos hitos y aquella derrota en la batalla de 1814, pasará a ser un mal recuerdo, ante la gloria y la grandeza que el pueblo aragüeño conquistará en los años por venir. Muchas Gracias.

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