Este tiempo de pandemia nos ha enseñado que la gente y los gobernantes de los distintos países son capaces de todo: de lo mejor y lo peor. Por una parte, no existe duda del compromiso y la comprensión que hay en la inmensísima mayoría de la población mundial que ha asumido la preservación de la humanidad como principal prioridad, tomando profundas medidas de resguardo y distanciamiento social. Por la otra, observamos el capricho dogmático e irreflexivo de aquellos que sólo se preocupan por la “salud del mercado”, poniendo en peligro el bienestar de cada ser humano que habita la tierra.
Empiezan a escucharse voces a lo largo y ancho del planeta que señalan algo que siempre ha sido obvio: el mercado no tiene mecanismos ni argumentos para hacerle frente a los problemas que afectan los principios básicos de la humanidad, como salud, alimentación, educación y vivienda. En medio de esta lucha contra la estela de la muerte que deja el Covid19, el capitalismo no tiene capacidad de respuesta para ofrecerle a los pueblos seguridad y atención, ni siquiera garantías para la vida. Numerosos análisis, con válidos argumentos, señalan la imperiosa necesidad de repensar el mundo y la vida en sociedad.
Desde el dogmatismo neoliberal, lejos de detenerse a reflexionar ante la evidencia que arrojan las terribles estadísticas y cada historia de vida alrededor de esta enfermedad, se reacciona intempestivamente contra las voces de la conciencia humana. Con pensamientos anacrónicos y bipolares, buscan reavivar un debate macartista y maniqueo, dejando de un lado una posibilidad racional para buscar soluciones.
El pensador esloveno Slavoj Zizek es un intelectual de estos tiempos, que lejos está de postulados doctrinarios ortodoxos y en su obra suele generar diálogos con la cultura y las dinámicas políticas de su propia época. Podemos coincidir y disentir de sus análisis y las críticas que hace a diversos procesos anti capitalistas. Sin embargo, reconocemos sus aportes al debate y la reflexión necesaria. Hace poco Zizek publicó un ensayo sobre la situación mundial actual llamado: “Pandemia, el Covid19 sacude al mundo”, en el que diserta sobre la dinámica mundial, el desarrollo del virus, el abordaje que hicieron los diversos Estados, las repercusiones sobre la sociedad y el propio individuo. Zizek combina pensamiento filosófico clásico y contemporáneo, recorre el anecdotario popular, utiliza las fuentes informativas y echa mano a metáforas cinematográficas para plantear lo que finalmente será el mundo posterior al Coronavirus: un mundo mucho más solidario, donde cada Estado tendrá la fortaleza para poder atacar la amenaza de acuerdo con sus propias estrategias, pero donde también la solidaridad entre los pueblos y países se convierta en un principio fundamental para lograr la salvación de la especie y el planeta.
Pero llegamos a la lectura de Zizek por vía indirecta. En realidad acudimos a la fuente, luego de toparnos con un destemplado y oportunista panfleto, lleno de lugares comunes, propio de otro tiempo histórico y otras latitudes, cuya autoría asume el ortodoxo canciller del gobierno de Jair Bolsonaro, Ernesto Araújo. Este polémico ministro es uno de los grandes defensores de las tesis según las cuales el mercado debe ser el responsable de disminuir el impacto de la pandemia en su país y en el mundo. Paradójicamente, Brasil se convierte en el centro de la expansión exponencial de la enfermedad en Nuestra América. El escrito elemental de Araújo, a pesar de sus ínfulas académicas, carece de rigor analítico y metodológico. Lo tituló “Chego o Comunavírus”, en clara referencia a aquella reminiscencia propagandista Monroista-Macartista de los sesenta y setenta, épocas en las que se infundía temor afirmando que había llegado a América Latina el virus guerrillero y comunista.
A lo largo del texto, este Ministro muy poco respetado en la propia Itamaraty, usa frases descontextualizadas y desvirtúa el sentido real del ensayo original de Zizek. Araújo hace un bosquejo, maniqueo y manipulador desde el sistema fallido que defiende, expresando un claro desdén por la humanidad y, lo que es más grave dada su investidura, por el sistema multilateral y los mecanismos concertados por los países del mundo para abordar mancomunadamente las amenazas y problemáticas globales. Veamos algunos elementos presentados en este artículo.
El argumento central de Araújo es que, según Zizek, la globalización es una estrategia ulterior al socialismo, para tratar de imponer un sistema totalizante y que busca la desaparición del Estado. En su planteamiento señala que:
“Zizek revela lo que los marxistas han ocultado durante treinta años: el globalismo reemplaza al socialismo como una etapa preparatoria para el comunismo. La pandemia de coronavirus representa, para él, una inmensa oportunidad para construir un orden mundial sin naciones y sin libertad”.
Ahora resulta que, según Araújo, la globalización es una estrategia comunista, como también la desaparición de la fortaleza del Estado como estructura fundamental para la organización nacional. Para este caballero la globalización no está regida por un aparato económico financiero que determina el desarrollo de las dinámicas internas y externas de los Estados Nacionales. Según Araújo, La globalización y la cartelización de la información que categoriza y acusa, que juzga y vilipendia a gobiernos y pueblos enteros, es una estrategia preparatoria del comunismo. Para este preclaro diplomático la amenaza a la libertad de los Estados se fundamenta en una idea globalizadora comunista.
Pero este argumento sólo prepara el ataque más peligroso que sostiene su Caballo de Troya de ideología neoliberal, mismo que se va haciendo cada vez más evidente en el marco de un mundo cada vez más multipolar. Trata de construir un sentido común (Gramsci) que apunta a la necesidad de desregular todo el andamiaje institucional, no solo a lo interno de las naciones (principio neoliberal por excelencia), sino también a las instituciones multilaterales internacionales que permiten la coexistencia y sana cooperación entre las naciones. Por ello apela al libro del pensador esloveno para desarrollar su verdadera agenda y su objetivo preciso: el desprestigio de la Organización Mundial de la Salud.
Justo en los momentos en que el mundo más necesita a los mecanismos multilaterales que puedan coordinar los esfuerzos de todos los actores internacionales, a partir del rigor especializado y técnico necesario, el insólito artículo de Araújo señala de nuevo:
“No escapa a Zizek, por supuesto, el valor que tiene la OMS en este momento por la causa de la desnacionalización, uno de los supuestos del comunismo. Transferir poderes nacionales a la OMS, con el pretexto (¡nunca probado!) que un organismo internacional centralizado es más eficiente en el tratamiento de problemas, que los países que actúan individualmente, es solo el primer paso para construir la solidaridad planetaria comunista”.
¡Leer para creer! En esta misma línea, con enorme cinismo, el Canciller enfila sus baterías contra la UNESCO, calificándola como un gran instrumento para la ideologización de un nuevo mundo comunista, que sólo habita en las turbulentas mentes del autor y sus correligionarios. Pero jamás habla de la acción de control y sujeción sistemática, de la dictadura, de otros organismos como el Fondo Monetario Internacional, que, por ejemplo, negó el apoyo solicitado por el Estado venezolano para enfrentar el COVID-19 por exclusivas motivaciones ideológicas. Justo cuando Donald Trump suspende los aportes a la OMS -compromiso ineludible de los Estados miembros- y se dedica a atacarla y desprestigiarla, el señor Araújo alega que la OMS serviría como punta de lanza para la instauración del comunismo planetario.
En contraste, el hermano Canciller de la Federación de Rusia, Serguéi Lavrov, hace pocos días alertaba sobre la indebida politización en torno a la OMS en tiempos de pandemia, señalando, además, que podrían tratarse de reacciones defensivas que tuvieran su origen en la negligencia de algunos países ante la pandemia: “No queremos que esta aspiración de unir esfuerzos [contra la pandemia] sea politizada, veo señales de tal politización en los ataques contra la OMS. (…) Estos ataques, en mi opinión, reflejan el deseo de justificar ciertas acciones que resultaron ser tardías, demasiado insuficientes”.
Corresponde entonces, por mero rigor y apego al conocimiento y la verdad, revisar las reflexiones que hace Zizek para que un organismo como la OMS tenga mayor capacidad ejecutiva, en tiempos excepcionales como el que vivimos. Veamos el contexto en el cual habla el filósofo:
“Hace años, Fredric Jameson llamó la atención sobre el potencial utópico en las películas sobre una catástrofe cósmica (un asteroide que amenaza la vida en la Tierra, o un virus que mata a la humanidad). Una amenaza mundial de este tipo da lugar a la solidaridad mundial, nuestras pequeñas diferencias se vuelven insignificantes, todos trabajamos juntos para encontrar una solución, y aquí estamos hoy, en la vida real. No se trata de disfrutar sádicamente de un sufrimiento generalizado en la medida en que ayude a nuestra causa; al contrario, se trata de reflexionar sobre un triste hecho de que necesitamos una catástrofe que nos haga capaces de replantearnos los rasgos básicos de la sociedad en la que vivimos
El primer modelo incierto de tal coordinación global es la Organización Mundial de la Salud, de la que no recibimos la habitual algarabía burocrática, sino advertencias precisas proclamadas sin pánico. A estas organizaciones se les debería dar más poder ejecutivo. Bernie Sanders es centro de burlas de los escépticos por su defensa de la atención médica universal en los EE.UU. – ¿la lección de la epidemia del coronavirus no sería que se necesita empezar a crear algún tipo de red de atención médica GLOBAL? (…) Y no se trata sólo de amenazas virales, sino que hay otras catástrofes que se vislumbran en el horizonte o que ya están ocurriendo: sequías, olas de calor, tormentas masivas, etc. En todos estos casos, la respuesta no es el pánico sino el trabajo duro y urgente para establecer algún tipo de coordinación mundial eficiente.”
Vemos que en los planteamientos del autor, no existe argumento que socave la soberanía de los países. Se trata de procurar la mayor eficacia global en los problemas que, evidentemente, son globales. Nadie puede hoy en día sentirse a salvo de la pandemia dentro de sus fronteras, si sus vecinos le llevan a la puerta de su casa una nueva bomba de tiempo viral. Sin ir muy lejos, Venezuela, bajo la dirección del Presidente Nicolás Maduro, ha logrado tener un exitoso control de la enfermedad. Sin embargo, no podemos estar tranquilos mientras en países como Colombia y Brasil el crecimiento de los contagios amenaza la salud de nuestro pueblo. Por eso el Gobierno Bolivariano ha tratado por todas las vías de coordinar políticas y acciones conjuntas con sus vecinos. Esfuerzos que han tenido poco y relativo éxito, pues los gobiernos de Jair Bolsonaro e Iván Duque, no sólo han actuado de manera errática ante el coronavirus, sino que además se muestran soberbios y reticentes, a la hora de establecer comunicaciones y estrategias con las autoridades venezolanas. Una vez más, la razón, como la del Fondo Monetario, es estrictamente política y geopolítica: su jefe del Norte los reprende si establecen buenas coordinaciones con Venezuela para proteger a sus pueblos.
Son muchos los elementos que toma Araújo de forma parcial y conveniente del extenso texto de Zizek. Entre otras cosas, el pensador esloveno hace un largo análisis sobre las nuevas formas de trabajo en el sistema económico contemporáneo. Para ello, establece un diálogo con algunas propuestas que hace el también filósofo surcoreano Byung-Chul Han. En la complejidad de la propuesta de Zizek se establecen las nuevas categorías y clases de trabajadores en un mundo menos simple que el que existía durante la revolución industrial, que es cuando se produjeron las categorías del marxismo clásico. Pero Araújo sólo toma los conceptos y palabras que le interesan para llegar a una simple pero tendenciosa conclusión al final de su artículo:
“Bajo el pretexto de la pandemia, el nuevo comunismo trata de construir un mundo sin naciones, sin libertad, sin espíritu, dirigido por una agencia central de «solidaridad» encargada de vigilar y castigar. Un estado de excepción global permanente, que transforma el mundo en un campo de concentración importante.”
Es decir, para Araújo, Zizek propone instaurar un comunismo fascista que arrasará con el Estado – Nación y convertirá al mundo en un enorme campo de concentración del más puro estilo nazi. Pero vayamos a la fuente original y contrastemos con racionalidad. Dice Zizek:
“No es una visión de un futuro brillante, sino más bien de un «comunismo de desastre» como antídoto del capitalismo de desastre. El Estado no sólo debe asumir un papel mucho más activo, organizando la producción de cosas que se necesitan urgentemente como máscaras, equipos de prueba y respiradores, secuestrando hoteles y otros centros turísticos, garantizando el mínimo de supervivencia de todos los nuevos desempleados, y así sucesivamente, haciendo todo esto abandonando los mecanismos del mercado. (…) Y, en el extremo opuesto de la escala, tendrá que organizarse algún tipo de cooperación internacional efectiva para producir y compartir recursos. Si los Estados simplemente se aíslan, las guerras estallarán. A este tipo de acontecimientos me refiero cuando hablo del «comunismo», y no veo otra alternativa que la de una nueva barbarie.”
Lejos está de los señalamientos totalitarios que se inventa Araújo. Zizek llega a esta conclusión luego de apuntar que incluso dos de los más recalcitrantes líderes del neoliberalismo mundial, Donald Trump y Boris Johnson, se han paseado por decisiones que se apartan de los postulados doctrinarios del control del mercado: el presidente de Estados Unidos anunció la posibilidad de intervenir y tomar el control de las empresas privadas para asegurar el bien nacional; además de considerar la entrega de un estipendio de mil dólares a cada familia de su país. Por su parte, el Primer Ministro británico -el 24 de marzo de este año- estableció la estatización temporal de los ferrocarriles. Así, el filósofo señala que: “No es una visión comunista utópica, es un comunismo impuesto por las necesidades de la mera supervivencia”.
El texto de Slavoj Zizek coloca en perspectiva muchos elementos de reflexión indispensable en la compleja sociedad de este tiempo, en la que, sin lugar a dudas, muchos desafíos son colectivos, globales. Pero también nos señala una posibilidad latente y necesaria. Es fundamental que el liderazgo mundial pueda aprovechar este momento para fortalecer los principios del multilateralismo, la coordinación en beneficio de todos. Esa es la moraleja que caracteriza el texto del filósofo esloveno. El Estado nacional debe ser central en el nuevo esquema que surja tras la pandemia; como central debe ser también la cooperación multilateral ante los problemas y retos comunes.
En este sentido, es fundamental que cesen las persecuciones de tipo político-ideológicas contra los pueblos, que cesen los bloqueos financieros y las medidas coercitivas que afectan severamente la capacidad de enfrentar con mayor eficiencia este virus tan letal o cualquier otro desafío social. Como señala Zizek al comienzo de su libro: “estamos todos en el mismo barco”. No hay posibilidad de sobrevivir a la pandemia si no rescatamos los principios fundamentales del ser humano: el reconocimiento del otro y la solidaridad.
Con humildad, pero con conciencia y moral, le sugerimos a nuestro homólogo brasileño con ínfulas de intelectual neoliberal, que sustente sus tesis con un método fidedigno y que preferiblemente se fundamente en autores que refuercen su pensamiento supremacista. No se pueden validar ese tipo de supuestos análisis críticos, que parten de la tergiversación, la media verdad, la mentira y la lectura parcial o tendenciosa. Por las características de su artículo y sus conclusiones alcanzadas, es muy probable que sólo haya leído (a conveniencia o por pereza) algunos de los títulos y subtítulos del texto de Zizek. Demos el debate de ideas, sin temor, sin medias tintas, pero sobre la bases fidedignas y el rigor profesional. Este es el momento de la verdad y las definiciones.
Atacar a la Organización Mundial de Salud en estos momentos es una aberración total. Al contrario, somos millones los que reconocemos el esfuerzo sincero de sus científicos y trabajadores. No exageramos desde Venezuela al sumarnos a las voces que proponen postular a la OMS y su Director, Dr. Tedros Adhanom, como merecedores del Premio Nobel de la Paz en 2020. Sería merecido el reconocimiento por su dedicación y coraje al confiar en las decisiones colectivas, el intercambio de experiencias, las coordinaciones científicas y políticas en tan complejas circunstancias. En síntesis, por apostar por la verdadera vacuna a todos los males del sistema: la solidaridad. Volvemos a recordar el coro de aquel hermoso tema de reclamo y esperanza de nuestro padre cantor Alí Primera: “Ayúdenla, ayúdenla, que sea humana la humanidad”.